Inmigración y delincuencia
Extracto del libro LA COLONISATION DE L'EUROPE - La Colonización de EuropaPor Guillaume Faye
Es un hecho evidente que la mayoría de la población alógena, y más especialmente árabe-africana, que vive en Europa es apacible. Pero no es menos evidente que en los países más afectados por la emigración (Francia y Bélgica, particularmente), la mayoría de los actos delictivos violentos (hurtos, violaciones, agresiones, atracos y demás hechos diversos), de los crímenes de sangre y de los encarcelamientos conciernen a las poblaciones de origen inmigrante, especialmente árabe-africanos. Globalmente, una minoría de inmigrantes es criminal, pero la mayoría de los criminales son inmigrantes.
Es una cuestión de estadística y de matemáticas, no de ideología. Es lo que reconoció con cierto coraje Jean-Émile Vié, antiguo Prefecto, consejero de la Corte de Cuentas, relajado ya de sus obligaciones de reserva, cuando alertó: "Es necesario actuar con urgencia para evitar la constitución de milicias privadas y, a largo plazo, la guerra civil". Estoy convencido que en esta sociedad mutilada y desarmada, ningún poder público osará "actuar con urgencia", y que nos dirigimos a la guerra civil. Desgraciadamente, puede que sea la única forma de resolver el problema.
Las cifras cantan por sí solas. Según las estadísticas de la policía y de la gendarmería nacional, dadas a conocer por la agencia "AB Associates", en 1950 se registraron 500.000 "hechos delictivos", entre crímenes y delitos. Hoy hablamos de 4 millones, es decir, una progresión del 800% en 49 años. Pero es que no fue hasta 1964 que la delincuencia empezó a dispararse. Las agresiones (censadas) contra las personas, menos de 50.000 en los años 50, se han multiplicado por 4,5 hasta hoy. En 1998, el 45% de los robos con violencia y el 15% de las violaciones fueron cometidos por menores de edad. En 1972, sólo en 2% de los delitos y los crímenes fueron cometidos por menores. En los casos de incendios y de chantajes, la proporciones de menores implicados se dispara hasta el 52%. En cuanto a los delitos ligados al tráfico de estupefacientes, en el año 1998 la progresión fue del 43,5%. Todas las cifras son subestimadas, dado que la policía ignora la mayor parte de los delitos cometidos en las "zonas sin derecho", pues la mayor parte de las víctimas se niegan a hablar ante el temor de represalias. (…)
Esta explosión de la criminalidad entre los menores alógenos se adapta perfectamente a la curva ascendente de proporción de menores de 18 años extranjeros en relación a la población general de la misma edad, lo cual concuerda con la tesis de que la explosión de la criminalidad juvenil, factor mayor de delitos en la sociedad urbana, tiene por causa directa la inmigración, la creciente presencia de jóvenes alógenos, mucho más que con factores socioeconómicos tales como "el declive de la autoridad paternal" o la "exclusión por el desempleo" (…) El brutal crecimiento de la criminalidad en los diez últimos años se explica por razones étnicas y demográficas, y no socioeconómicas. Los medios políticamente correctos sostienen como verdad irrefutable que la explosión de la delincuencia se debe al desempleo, a la precariedad y a la pobreza. Este sería el caso del siglo XIX, pero no de hoy. Contrariamente a lo que se piensa, los parados y los pobres son poco delincuentes. Es más, los nuevos delitos tienen poco que ver con el lucro. Los "nuevos delincuentes" viven sus crímenes y sus delitos como una fe, una profesión, un juego. En realidad, socialmente, están perfectamente insertados… a su manera, evidentemente; comen sin hambre, visten ropa de marca y utilizan teléfonos móviles.
La curva general de la delincuencia, desde 1950 hasta 1998, revela un paralelismo matemático con la proporción de las poblaciones inmigradas. El rápido crecimiento de los crímenes y delitos, a partir de mediados e los años 60, corresponde exactamente con la llegada de las primeras oleadas importantes de inmigrantes y no a un pauperismo (…)
La parte de los afro-magrebíes, jurídicamente franceses o no, en la delincuencia violenta, robos y tráfico de estupefacientes, se estima por la policía en un 80%. Bien entendido, se mantiene la prohibición formal de emprender estadísticas raciales y menos el publicarlas. Cuando el termómetro indica informaciones políticamente incorrectas, aun cuando reflejen la realidad, los medios toman la decisión de silenciarlas. El porcentaje de afro-magrebíes en las prisiones permite confirmar la realidad. En cárceles como Aux Baumettes, en Marsella llegan, por ejemplo, al 80%.
La región va a dispensar 32 millones de francos suplementarios al año (veinte veces más de lo habitual) para reforzar los medios de la policía. Esta cifra es similar a la destinada a crear empleos competitivos. Jean-Yves Le Gaibu, consejero regional, ha provocado la alarma en los banquillos de la izquierda al demandar al prefecto de policía "¿Qué ha hecho usted para contener a las bandas de delincuentes, generalmente inmigrantes, que han provocado esta situación?" No es bueno decir la verdad.
Pero, ante la clase política y los periodistas, los investigadores no se atreven a evocar las causas verdaderas del fenómeno. Se avanzan como explicaciones la "desresponsabilización de los padres", la "falta de respuestas judiciales adaptadas ante las primeras incorrecciones", o que "la escuela no cumple su rol de integración". Cuando en verdad es que estas cosas más que causas son casi efectos. La causa profunda de esta explosión de la delincuencia es la llegada a la pubertad de una generación numerosa nacida de la inmigración, que rechaza la integración en la sociedad francesa (y europea) "blanca" y que manifiesta una actitud voluntariamente agresiva, fundada sobre un sentimiento mixto de revancha y de resentimiento, pero también de fascinación por el modelo consumista al cual estiman tener derecho de acceder, aquí y ahora, sin esfuerzos y sin reciprocidad social. (…)
Las más altas autoridades del estado confortan el sentimiento de legitimidad de los jóvenes delincuentes inmigrantes. Martine Aubry, ministro de Asuntos Sociales, declaraba en 1998, ante los continuos actos de pillaje y de degradaciones que acompañan ritualmente las fiestas de fin de año: "Ciertos actos de delincuencia o de incivilidad son comprensibles como reacción ante un sentimiento de injusticia". Se entiende que muchos de los delincuentes inmigrantes reaccionan al racismo y a la marginalización económica. Un aliento tal a las fechorías de las bandas étnicas no puede sino dejar pasmado.
En su demérito, las palabras del señor Aubry se contradicen por el hecho de que los crímenes racistas (agresiones, asesinatos, degradación de bienes) son mayoritariamente actos de afro-magrebíes contra franceses y europeos autóctonos. Por otra parte, las sumas pagadas por buena parte de los contribuyentes a favor de acciones sociales diversas dirigidas hacia las jóvenes generaciones descendientes de la inmigración (reinserción, preferencia de empleo, ayuda material a las familias…) son cuatro veces más importantes, per capita, que las sumas consagradas a los jóvenes franceses de nacimiento. ¿Será esta la injusticia evocada por el señor Aubry?
Hablar de "jóvenes delincuentes" es a lo más que llega el lobby inmigracionista, cuando los demás entendemos "racismo". El escritor Maurice Radjfus, creador del "Observatorio de las Libertades Públicas", uno de los grandes capitostes del lobby inmigracionista, vilipendia la palabra "sauvageon" ("jóven problemático") empleada por Chevènement: "este discurso es inquietante, pues no se comprende que el término "sauvageon" comprende también a los sin-papeles, los sin-techo y los parados. También hay que considerar que este término comprende a diversas profesiones manuales". Estos fantasmas son muy habituales en la izquierda más estúpida -y más trotskista- del mundo. Se intenta resaltar con toda demagogia una amalgama inexistente entre los parados y los inmigrantes clandestinos. Este tipo de discursos, resaltados por la prensa biempensante (Libération, 18/01/99) revelan simplemente, en términos de psicoanálisis político, que el mensaje de los intelectuales inmigracionistas es el siguiente: los actos delictivos de cualquier naturaleza, desde la entrada ilegal en el territorio a los delitos de derecho común, cometidos por las poblaciones inmigrantes son excusables y respetables, toda represión de la criminalidad de los inmigrantes es inmoral, en acto o por simples palabras. La ideología dominante es en sí una contradicción ideológica. Primero se es antirracista, después de profesa que pretender reprimir duramente la criminalidad es ser racista, y por último se reconoce implícitamente lo que se niega a otros, a saber: que la criminalidad es el hecho principal de los emigrantes.
Para leer mas http://www.inmigracionmasiva.com
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