Como ciudadano de a pie entre el común de los mortales, al que pertenezco, pero ferviente adepto y admirador de la convivencia pacífica que durante veintiséis años ha reinado entre todos los españoles, gracias a la unificadora Carta Magna creada con tanta paciencia, sabiduría y talante, por sus progenitores políticos, allá por los años 78-79, empiezo a preguntarme, con mucho recelo e inquietud, si no estaremos asistiendo, súbitamente, a una especie de “prostitución” larvada del contenido substancial de la Constitución que con tanta fuerza esperanzadora reunió a todos los españoles, no solamente en un mismo sentir, sino también en un mismo entendimiento, compartidos por todas las ideologías políticas y doctrinales, y, por encima de todo, quizá, en esa misma libertad de acción y de pensamiento que tanto anhelaban alcanzar todos los ciudadanos del post-franquismo. Me explico.
Mientras que el precedente ministro de la Defensa afirmaba en los desfiles militares que “en España sólo cabe lo que cabe en la Constitución”, el señor Zapatero hablaba de “doctrinas interesantes” refiriéndose a las pretensiones nacionalistas de ciertas Autonomías (Cataluña, el País Vasco…). Mientras que el mismo Presidente del Gobierno invitaba, no hace mucho, a ciertos presidentes de Autonomías a la recepción organizada por el ejecutivo para recibir a Mr. Chirac en Zaragoza, algunos, recientemente aureolados de exigencias independentistas, ni siquiera se dignaron a presentarse, aunque sólo fuera por cortesía. Mientras que la política exterior del actual Gobierno se desmoronaba en sus relaciones con América, al ser considerara ésta última como antagónicamente bélica para la humanidad, en política europea, pese a la sonora bofetada que los aspirantes a la independencia, en propio suelo español, le acababan de administrar, el señor Zapatero, haciendo caso omiso o para hacerse la ilusión de que España todavía pertenecía a las grandes potencias económicas, sigue distribuyendo apretones de manos y esbozando sonrisas en sus encuentros con Francia, Alemania y países sudamericanos (enemigos de América), los cuales, como todos sabemos, sólo optan por resoluciones económicas que vayan siempre a su favor y no al de España.
Por si fuera poco, desde el nuevo cambio de gobierno, asistimos a un revuelo incesante en todos los ministerios, en las Autonomías y municipios socialistas, como si de un gigantesco laboratorio en revolución genética se tratara. Veamos.
¿La religión estorba al neo-puritanismo laicista? Pues, ¡fuera de los colegios! ¿Las escuelas concertadas estorban? Pues, se crean nuevas cartas escolares para que los alumnos sean mayoritariamente inscritos en las escuelas públicas, suprimiendo por razón de Estado la “libre opción” inscrita constitucionalmente que tienen todos los padres para escoger la enseñanza y educación que mejor les parezca en el centro escolar que estimen el más adaptado para sus hijos.
¿La nueva ley de la enseñanza votada por el antiguo régimen de gobierno no conviene a la triste ideología de los nuevos electos? Pues, ¡se suprime con un plumazo de Ley! Una enseñanza “igualitaria”, sin talento ni esfuerzo, es, al parecer, la que mejor preparará a los jóvenes para ser los corderitos favoritos de un Gobierno que los manipulará a su antojo.
¿Los belenes con años de tradición cristiana sobran en las ciudades que se dicen “progresistas”? Pues, ¡se prohíbe su instalación! como ocurrió en Gijón, el año pasado. Claro que, a este paso, dentro de poco, siguiendo la lógica de esta nueva y ardiente sed de depuración laicista, la interdicción de celebrar las fiestas religiosas será dictada, también, por razón de Estado. Ahora bien, el problema que van a tener estos nuevos legisladores, llegados con el látigo al templo de la única verdad universal que sólo ellos poseen y que, por lo tanto, quieren implantar, será el de resolver de qué manera van a reemplazar los numerosos sacrosantos “puentes” festivos que las conmemoran y cómo van a encontrar nuevos sucedáneos paganos, como en los tiempos gloriosos de los romanos, a las fiestas carismáticas, tales como la Pilarica, la Inmaculada, la Virgen de Covadonga, la Natividad... por no citar que algunos memorables ejemplos, y que, todavía hoy, desean celebrar, por convicción cristiana, millones de españoles...
¿La “tele-basura”, tanto pública como privada, y las películas de violencia y sexo son nocivas para la educación de los niños? Pues, se establece un obligado consenso entre todas las cadenas televisivas para que no aparezcan (¡) en horarios que los niños puedan ver, y todo el mundo tan contento. ¿Sabia manera de tapar, hipócritamente, un desvío moral para abrir cavernas de consensos de inmorales libertinajes? Porque, a partir de las 22 h. el sexo, la violencia y las discusiones de corral, vuelven con todo su apogeo en las pequeñas pantallas. Incluso, hay emisiones semanales en ciertas cadenas que se pasan las horas muertas enseñando al incauto telespectador, por ejemplo, ¡cómo utilizar, sin peligro, el pene en todas las posiciones, en todas las ocasiones, con todas o con todos, y de la más grata y mejor manera posible! ¿Estarán todos los niños acostados y vigilados a esa hora? ¿Se acostarán soñando en los angelitos que los demonios de la inmoralidad derrotarán en cuanto alcancen los 13 años…? Por otro lado, ¿los homosexuales quieren casarse? Pues, se crea plana y sencillamente una nueva ley de matrimonio para ellos. ¡Qué más da! Lo importante es recoger votos de donde salgan para mantenerse en el poder. ¿La señora vicepresidenta del ejecutivo estima que “ los jueces y los curas” no comprenden, ni quieren aceptar los mandamientos del gobierno actual, impuestos con la precipitación que le caracteriza y sin hacer el más mínimo caso de los argumentos que estos últimos presentan en contra? Pues, ¡vade retro Satanás! se les acusa, con ese nuevo y espléndido “talante” que demuestra el Gobierno, de “inmovilistas y tenebrosos”(¡), es decir de seres de un planeta lejano que sólo piensan en frenar los maravillosos avances de un socialismo progresista, ¡atado de pies y manos al obligado pacto exigido por las minorías radicales que le permiten gobernar!
Así son las cosas, y suma y sigue, porque los intempestivos mazazos ministeriales, tal y como está el patio político, continuarán seguramente cayendo sobre las indefensas cabezas de los ciudadanos a una velocidad vertiginosa. Y lo peor es que los incondicionales seguidores, que apoyan tales actuaciones y decisiones, parecen contagiarse de repente del mismo espíritu de estimulada necesidad. Que las Autonomías, como es lógico, quieran lo mejor para cada una de ellas, es lógico y alentador para la solidaria prosperidad de todos los españoles. Pero que un puñado de presidentes y sus acólitos quieran jugar a ser reyezuelos, en el Estado español, ¿no es una tremenda contradicción constitucional? ¿No será porque estos señores, muy bien instalados en el poder, gracias a una política cada vez más partidista en la que se apoyan, también quieren salvaguardar los salarios astronómicos de los que se están beneficiando? Que los alcaldes hagan caer la lluvia y traigan el buen tiempo a su antojo en los municipios, sin tener en cuenta para nada la opinión de los ciudadanos y sin cumplir sus promesas electorales, ¿no es también una pura contradicción constitucional?
“Amar la Constitución es mejorarla”, dijo solemnemente, en su tiempo, otro de los ministros socialistas. Muy bien dicho. Pero “mejorar la Constitución”: ¿no es respetar lo que “sólo cabe en ella”, como vaticinó, tan imperiosamente, su colega de la Defensa? ¿O también consiste en introducir en ella, como ahora se pretende, todo lo que pueda sustentar y legitimar las ideologías, los intereses y ambiciones de todos aquellos que. el tiempo que dura una elección, tienen y manejan el poder en cualquier ámbito en el que se encuentran? Mejorar, ¿no significará, al contrario, estar al servicio de la Constitución, adaptándola, ¿por qué no?, a las evoluciones inevitables de nuestro mundo moderno, pero sin envenenar el centro vital de su meollo, es decir la unidad de todos los españoles?
Lo que sí es cierto es que no cabe en la cabeza del común de los mortales que, tras veintiséis años de unión pacífica, de respeto a todas las ideas políticas y doctrinales, se dé la vuelta a la Constitución, como si de una tortilla a la española se tratara, para volver a empezar lo que ya se logró, veintiséis años atrás. ¿Si cada gobierno, central o autónomo, cocina la tortilla a su gusto, a dónde vamos? ¿A la Constitución o a una lamentable “prostitución” permanente de intereses y ambiciones particulares, de doctrinas e ideologías partidistas que sólo aspiran al poder y a las ventajas que conlleva, saltando alegremente de una legislatura a otra, cuyas consecuencias están comprometiendo, grave e irreversiblemente, la formidable convivencia entre todos los españoles que con tanto fervor y esperanza se ha sabido conquistar a través de las vicisitudes dramáticas de la Historia que todos conocemos?...
¿Qué maravillosa y desinteresada (¡) casa de Edición podrá colocar sobre nuestros felpudos algún panfleto, parecido al del “Construyendo Asturias”, con el título de “Construyendo España” para mayor desesperación de los ya desahuciados ciudadanos…?
Publicado en: El Comentario TV